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Maricé
Top de las Novias Diciembre 2019 Madrid

Maricé y Ricardo. Nuestra historia de amor.

Maricé, el 26 de Abril de 2018 a las 17:59 Publicado en el Grupo Juegos y test 0 1

Como ya me ha tocado escribirla una que otra vez pues... aquí va Smiley heart


Un amigo me invitó a su cumpleaños, con tan mala puntería que yo estaba ese mismo día invitada al cumpleaños de una amiga fuera de la ciudad y ya me había comprometido a ir. Pero, cosas de la vida, el primer cumpleaños cambió de emplazamiento, lo cual me permitía llegar a tiempo al segundo.

Fui a casa de mi amiga donde todas tomamos té y tarta, pasé por el súper a por unos aperitivos que llevar a casa de mi amigo, cogí el coche y fui a buscar a los que venían en mi coche. Llovía y, como de costumbre, la gente pierde la cabeza cuando llueve. Bueno, la gente y mi GPS, que decidió que dar vueltas por Madrid era la mejor manera de llegar a tiempo.

Por fin llegamos a casa de mi amigo, aparqué y entré la última a su casa. Saludé a mi amigo, dejé las cosas y fui a saludar al resto: mis compañeros de carrera, la hermana de mi amigo, dos chicos a los que había conocido una semana atrás en el estreno de una película y un chico al que no conocía. Un desconocido que me pareció muy interesante a primera vista según me lo presentaban.

Empecé a hablar y a ponerme al día con todo el mundo. Al rato vi que el chico desconocido estaba solito concentrado en su vaso de coca-cola porque los que él conocía estaban preparando la cena y me dio mucha ternura. Quería con todas mis fuerzas hablar con él, pero no sabía qué decirle, no le conocía de nada.

Elegí un asiento al azar y al mirar a mi derecha veo que él está sentado a mi lado. No pude evitar sonreír. Así fue como cruzamos nuestras primeras palabras. Tenía una voz preciosa. Tenía una sonrisa que era como una tormenta en un día caluroso de verano. Tenía unos ojos que embelesaban. De repente empezó a sonar de fondo una canción, “Desde que estamos juntos” de Melendi. Yo me puse a cantar bajito y dejé de prestar atención a la conversación. De pronto, mientras cantaba “Y a lomos de un unicornio azul, te perdiste por el malecón” me fijé en que había alguien más cantando bajito la canción. Sonreí y seguimos cantando. Ese fue el momento en el que me di cuenta de que estaba hecho para mí, de que él era mi destino y mi casualidad. Pero no quise pensar en ello, tal vez eran solo imaginaciones mías.

Después de la tarta hicimos un corro para jugar a juegos de mesa y nos volvimos a sentar al lado, bien cerquita.Nos tocó en el mismo equipo y así tuve excusa para seguir sentada a su vera hablando con él.

Llegó la hora de irse y nos despedimos todos con la promesa de vernos en nochevieja. Me gustaba la idea de volver a verle, pero no quería esperar tanto tiempo. Volví a casa pensando en él.

A la mañana siguiente quería hablar con él, pero, nuevamente no sabía qué podía decirle. Y así pasé la mañana y parte de la tarde pensando. Pero él se adelantó y me mandó un mensaje antes de que se me ocurriera una buena idea. ¡Qué felicidad sentí! Le contesté enseguida.

Seguimos hablando y me di cuenta de que me apetecía mucho hablar con él cada día, quería contarle todo y que él me contara cosas. Cada día que pasaba me apetecía un poquito más verle y no separarme de él. Me encantaba que me mandara un audio de vez en cuando porque así podía escuchar su voz.

Un día me propuso ir el miércoles al cine con sus amigos, entre los que se encontraba el chico del cumpleaños donde nos conocimos. Me moría de ganas por ir, me apetecía muchísimo verle, pero mi amigo no me había invitado y no quería parecer una acoplada, así que, con mucha pena, tuve que declinar la invitación, pero quedamos en vernos el jueves.

El martes el amigo del cumpleaños nos invitó a todos a unirnos al plan del cine. Yo obviamente dije que sí, pero no se lo dije a él, quería darle una sorpresa. Y vaya si se sorprendió al verme. Nuevamente acabamos sentados al lado y me apeteció mucho cogerle la mano, pero no lo hice.

Después fuimos todos a cenar y nos sentamos de frente, no sabía muy bien qué decirle delante de todos sin que sospecharan o preguntaran, así que me limité a mirarle. Cuando llegó el momento de despedirse se colocó a mi lado y me preguntó: “Lo de hoy no convalida lo de mañana, ¿no?” Y yo respondí agradeciendo mucho la pregunta: “No, no. Vamos por mi parte al menos no, ¿y por la tuya?” Y gracias a Dios respondió: “No, no. Sigue en pie.” Y nos despedimos, yo con muchas ganas de que llegase el día siguiente.

Y finalmente llegó el día siguiente. No recuerdo qué hice hasta las 18:30, aparte de estar nerviosa. ¿Y si le aburría? Llegué al sitio acordado, que estaba lleno de gente, un poquito tarde. Nos saludamos y echamos a andar. Empezamos a hablar y cada cosa que descubría de él me gustaba más que la anterior. No quería que dejara de hablar, me encantaba su voz. Y completamente ensimismados en la conversación andamos 17 km. Se hizo la hora de cenar y, como no quería separarme de él, acepté cenar con él sin pensármelo una milésima.

Llegamos al restaurante y nuevamente el destino nos dio una pista, pues sin decir una palabra acerca de lo que íbamos a pedir, pedimos exactamente lo mismo: Pizza 4 quesos. No me lo creía. Y entre risas y más palabras transcurrió la cena. Paseamos, pero ya para irnos a casa en bus. Yo dejé escapar un autobús sólo para pasar media hora más con él. Nos despedimos dos veces. Cuando volvía a casa no podía dejar de pensar en él. Acababa de despedirme y tenía ganas de volver a quedar con él. Tantas ganas que se convirtió en mi fuente de inspiración.

Durante los días siguientes buscaba cualquier excusa que fuera factible para poder quedar con él, pero ninguna parecía lo suficientemente buena. Era el cumpleaños de un compañero de clase, así que le hice una tarta y con la excusa de darle un trozo de mi deliciosa tarta, quedé con él. La sensación de volver a verle era maravillosa. Volvimos a andar unos cuantos kilómetros absortos en la conversación y, al menos yo, en su voz. Llegó la hora de despedirse y, una vez más, yo no quería separarme de él. Pero esta vez tenía la certeza de que iba a acordarse de mi cuando se comiera la tarta.

Seguimos hablando todos los días. Tenía muchas ganas de volver a verle. Él me inspiraba, me inspiraba tanto que hasta escribí una poesía. Se enteró de que se había convertido en mi musa sin permiso y quiso algo a cambio. Nada menos que un beso.

Volvimos a quedar ese jueves y me pidió que le llevase a donde yo quisiera sin decirle ni una palabra. Le llevé al sitio donde hacen las tartas más ricas del mundo, después de las mías, obviamente. Quería pagar mi deuda, pero no encontraba el momento. Le leí la poesía. Empezó a llover y paseamos bajo el mismo paraguas. Seguíamos hablando. No quería separarme de él. No quería dejar de escucharle. Y llegó otra vez el horrible momento de la despedida. Y me besó. Me besó. Le besé. Nos besamos.

Y desde entonces no nos hemos separado.


Besis de frambuesa llenos de amor Smiley heart

1 Respuesta

Última actividad por Alba, el 27 de Abril de 2018 a las 09:58
  • Alba
    Barcelona
    Alba ·
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    Hola cariñete,

    Sabes que me encanta tu historia y no podías fallar jeje Enhorabuena por participar en el juego semanal y conseguir tu regalo sorpresa! Smiley tongue Tienes que esperar unos días más para averiguar qué es jiji

    Mientras te paso estos debates de otras novias que necesitan tu ayuda en la Comu Smiley heart

    Mi peinado!!!

    Ya tengo mi ramo!! Que os parece??

    Un abrazo enorme!

    Smiley kiss

    • Responder

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