Hola compis del foro!!!
Hoy me he encontrado un blog con un montón de buenos consejos para las que estamos organizando nuestras bodas, pero ha habido una entreda que especialmente me ha emocionado ya que trata la cuestión de la presión que nos autoimponemos a la hora de organizar nuestras celebraciones, por ello quiero compartirla con vosotras:
"Disfrutar la boda no es una obligación".
No, no lo es.
Tampoco lo es hacer la mejor boda del mundo.
Tampoco es una obligación que sea el día más feliz de tu vida.
Tampoco lo es el que ese día estés más guapa, sexy, angelical o glamourosa que nunca.
Hacer la boda más especial y más perfecta para los invitados no es una obligación.
Tampoco que tu novio sea el mejor arreglado del mundo.
Y tampoco es obligado contratar al mejor fotógrafo del mercado porque "las fotos, tras el día B, son lo único que quedan".
Quiero repetirme esta especie de mantra, con una sonrisa, todas las mañanas. Tengo que decir que últimamente empiezo a sentirme en paz... tranquilísima, contenta, relajada.
Me digo: "es que no, no es para tanto; no tengo que hacer un examen, no tengo que dar un concierto, no es una entrevista de trabajo decisiva en mi vida".
No entiendo que para una boda nos tengamos que poner tan nerviosas como si nos fuera nuestro futuro en ello. No, no quiero...
Por supuesto que sueño con una boda feliz, alegre, especial, divertidísima, en la que a mi novio y a mí nos digan "guapos" hasta que nos dé apuro, y en la que todos los invitados compartan nuestra magia. Sueño con una ceremonia que me haga sentir esos sentimientos de trascendencia de los que hablé. Y sueño que, en el futuro, recordaré mi boda como uno de los días más felices y mágicos de mi vida.
Pero entiendo que todo esto no es obligado sentirlo... En el momento en que pensamos "que tiene que ser el día más feliz y especial de nuestras vidas, y el que más guapísimos debemos estar" comenzamos a sentir tensión. En el momento en que queremos forzar nuestros sentimientos, y tememos que nuestras expectativas no se cumplan al 100%, sentimos miedo y agobio. Y el post que hice hace unos días sobre las bodas de los 70 me hizo reflexionar y me dije:
"¡si es que ahora podemos tenerlo todo! Podemos tener todas esas ideas maravillosas para hacer una boda única; pero a la vez podemos inspirarnos en la frescura de unos novios felices y relajados".
En el momento en que pensamos que disfrutar la boda no es una obligación, los temores desaparecen. En el momento en que sabemos que preparar la mejor boda que podemos no es una obligación, sino que lo hacemos porque nos apetece y porque nos hace felices, todos estos meses de preparativos cobran sentido. En el momento en que relativizamos que no es lo más importante llevar el mejor vestido/maquillaje/peinado del mundo, empezamos a sentirnos satisfechas con nuestros atuendos de novia.
En el momento en que preparamos la boda sin obsesionarnos por el resultado final, empezamos a disfrutar automáticamente de este período y aumentamos la ilusión por casarnos.
Una boda es un día de mil emociones, la celebración quizás más importante de nuestra vida, y con seguridad la fiesta compartida más grande de la que seremos anfitriones. Pero si al final no es lo que esperábamos, no será para tanto. Es sólo una boda. Es sólo un día...
Y lo verdaderamente importante, siempre empieza después.
Muchas gracias a su autora por estas sabias palabras, aquí os dejo el enlace al blog para que podáis disfrutar de sus contenidos: http://unabodaconvencional.blogspot.com.es/2012/03/disfrutar-la-boda-no-es-una-obligacion.html#comment-form.