¡Hola chicas! Perdonad por el tocho, pero hay ciertas cosas que necesito compartir.
El 17 de noviembre nació mi hija Lluna en el Hospital St Joan de Déu de Barcelona. Fue una cesárea programada, pasé una semana muy nerviosa contando los días y finalmente, el día anterior, limpié a fondo mi piso, preparé todo, y me fui con mi marido y mis padres “a parir” a mi niña al hospital. Tal cual, jajaja. Intenté todo para poder tener un parto vaginal, pero nada surtió efecto. Se ve que anatómicamente mi cuerpo no permitió que ella se colocara en posición cefálica. De todas formas, creo que una buena cesárea programada es mil veces menos agresiva que un mal parto vaginal. Sí que he tenido dolores, sí que los primeros tres o cuatro días me dolía bastante al incorporarme en la cama y a cambiar de posición, o incluso al toser o reírme. Pero en dos días me dieron el alta, y en menos de una semana, ya estaba haciendo vida normal (sin hacer grandes esfuerzos, ya se entiende) y sin analgésicos. No me puedo quejar. La experiencia de parto fue extraña al omitirse el doloroso pero emocionante proceso, pero preciosa al fin y al cabo.
Llegué al hospital y esperé con mi marido, mis padres y mis suegros en mi futura habitación, que era individual. Allí había una cunita… ¡Qué ilusión! Me llevaron al quirófano, me pusieron la anestesia y empecé a notar un calor y un cosquilleo en mi vientre y mis piernas hasta que perdí un poco de sensibilidad, lo justo para notar como me manipulaban sin sentir dolor. Mi marido entró cuando una lona separaba mi vientre de mi torso, ocultando el proceso. Estaba un poco nerviosa por que saliera todo bien, pero no tenía miedo por mí; de aquí a 5 minutos, a las 2 de la tarde, nacería Lluna. Al principio calmé la ansiedad explicándole a Juan que al inmovilizarme, me traicionó el cuerpo, empezó a picarme horrores la nariz y me tuvo que rascar la enfermera, jajaja. Nos echamos unas risas y en el momento en que sentí un tirón, le dije: “Juan, calla, que nos vamos a perder el primer llanto de nuestra hija”. Guardamos silencio y un minuto después, tenía su preciosa carita junto a la mía, y nosotros hechos un mar de lágrimas. Cinco horas después de salir los dos de la habitación, volvimos tres. No se puede describir esa sensación con palabras. Sus abuelos estaban emocionados pero enseguida se fueron para dejarme descansar. Yo estaba muy mareada, creo que me quedé dormida y no tengo recuerdos de esa tarde. A la una de la mañana, contemplaba a mi niña embelesada, le saqué una foto, y la envié a amigos y familiares, estaba demasiado mareada como para contestar mensajes. Creo que ese ha sido el día más feliz de mi vida.

Veréis. Pongamos un ejemplo. ¿Cómo aprende una persona a cocinar? Pues hay dos maneras. Una es con el paso del tiempo, tras haber visto como tu madre, tu padre o tu abuela lo hacían cada día, y empiezas a ayudar siendo pequeña. Puedes mejorar una receta con el tiempo, pero nada te coge de sorpresa. O puede que te plantes con 30 años como yo, sin tener ni idea, y de repente un día necesites una clase intensiva, ya sea presencial o virtual con un profesional o una persona de tu entorno. Yo la primera vez que freí un huevo, esperé frente a la sartén a que “hirviera el aceite”, jajaja. El ser humano nace con el instinto de alimentarse, pero no de cocinar: hay que aprender, de una forma más progresiva o de forma intensiva practicando y teniendo paciencia. Pues chicas, con la lactancia ocurre exactamente lo mismo, que a no ser que os hayáis criado en una tribu africana donde las mujeres vayan con los pechos al aire y veáis dar de mamar a sus bebés desde que erais pequeñas, hay que aprender de cero.
De manera que te encuentras sin experiencia, físicamente débil, dolorida y con falta de sueño. Y de repente debes de poner en práctica una teoría que parecía muy fácil pero que no lo es. ¿Y qué pasa con el bebé? El bebé tiene el reflejo de succionar, pero ha estado 9 meses en un útero alimentándose con el cordón umbilical y tiene menos idea que tú. Y en mi caso concreto, se ve que por el efecto de la anestesia, mi hija nació en estado de letargia. Yo la ponía al pecho, y ella solo quería dormir, no había manera de despertarla. Después de una toma de 10 minutos, yo acababa exhausta. Y tanto tiempo suponía, que ni en broma conseguía que tomara el alimento que necesitaba. Al segundo día había perdido un 8% de su peso y me hicieron darle un suplemento de 25ml de leche artificial después de cada toma. Me lo tomé al principio como un fracaso y me puse a llorar de frustración, estás demasiado vulnerable como para afrontar las cosas con otra actitud. Suerte que tuve pocas visitas en el hospital, que la mayoría de la gente prefería ir a mi casa a ver a la niña (nosotros pedimos dos semanas para adaptarnos antes de recibir a nadie, por suerte….) y que pude estar bastante tranquila.
Con el suplemento, y a costa de emplear trucos que me recomendó una enfermera del hospital para despertarla (desnudarla básicamente para que se despejara), conseguí, con insistencia, esfuerzo e infinita paciencia, que hiciera 8 tomas de 10-15 minutos y recuperó un poco de peso. Algunas tomas eran relajadas pero otras un auténtico calvario, igual una hora hasta que se cogía. El tercer día de ingreso iba a recibir la niña el alta, pero como ella tenía una ecografía a la mañana siguiente en el hospital, me ofrecieron quedarnos una cuarta noche para que ya nos fuéramos de allí con los resultados. Lo agradecí. Esos dos días de más que pude estar en Sant Joan de Déu me sirvieron para llamar a aquella enfermera cuando tenía problemas, y ella me enseñó un montón. Me fui a casa relajada y sabiendo que, con paciencia, lo conseguiría. No habría sido posible sin su ayuda.
Pues sí, chicas, necesitamos ayuda, y no de la
suegra, madre, tía, amiga, vecina o cuñada de turno. Ayuda experta. Para
aprender a colocarnos, a probar posiciones que nos vengan bien, a masajearnos
para drenar y desbloquear el pecho y que al bebé no le cueste tanto la succión,
a que no nos duela o nos duela dentro de lo admisible, a que no nos salgan
grietas…. Y después de eso, hace falta conocer a nuestro bebé día a día para
hacer ese proceso más gratificante y efectivo. El bebé también irá aprendiendo
y todo mejorará en pocos días.
Y me pregunto ¿Por qué no se habla de ello? ¿Acaso es un tabú tachar los inicios en la lactancia como un calvario? ¿Por qué nadie me había dicho antes lo que me esperaba? He tenido que ser yo la que lo cuente a las mujeres de mi entorno para a su vez darme cuenta de que no estoy sola, que lo que me ha pasado a mí es lo normal….