Hola. Escribo aquí en casa, por la noche, por desahogarme y con la intención de que estas palabras alienten a esas personas que como yo en su momento, se sintieron perdidas y se metieron en google y llegaron a este foro porque nadie sabía darles las respuestas.
Ante un aborto lo único que necesitas que te digan es "no estás sola". Pero que difícil es oir esas palabras.
No las oyes de tus amigas, que sólo te cuentan las bondades de su embarazo, o como mucho esos malos momentos que finalmente merecieron la pena, pero nunca cuentan embarazos infructuosos que las jodieron como mujer y que no valieron la pena, porque lo único que hicieron fue destrozarlas. Eso no cabe en la aburrida tertulia femenina de la maternidad perfecta.
Luego está tu pareja, indiferente como el espectador de un reality, indolente, que dice estar ahí para lo que necesites pero realmente no está ahí, está fumando sentado al otro lado de la barrera del dolor y de la pérdida de la autoconfianza. No sabe lo que es, no lo ha sentido, y ese niño no era para él más que una noticia a su familia, una ilusión sin forma o un lapso en el tiempo. No era nada, por lo que si no llega a verle, continúa igual. Nada ha cambiado en su micromundo.
Y luego están esos seres que se sientan con batas en frente de nosotras. Esos seres con mirada perdida y vacía que nos cuentan que el niño no se ha formado, o que se le ha parado el corazón, o que no ha crecido, y nos informan vagamente de lo que supone un tratamiento médico o quirúrgico y nos hacen firmar mientras estamos en shock un consentimiento que los exima de responsabilidad alguna. En este coche cuesta abajo y sin frenos ojo, decide y firma que tú eres el único conductor. La única que decide.
En el momento que te sientas en frente de esas batas con mirada perdida dejas de ser mujer, yo al menos me he sentido así, y te conviertes en un saco de patatas, vacío o lleno.
Vivo en Córdoba, y tras mi visita a unos afamados hermanos ginecólogos y a una joven ginecóloga que todos recomiendan en San Juan de Dios, me he sentido así, como un saco de patatas ambulante con útero.
Ha coincidido que ambos me han mirado así con ese desdén y esa indiferencia que me ha hecho trasladarme de mujer a masa de carne portadora de saco gestacional vacío. Así de simple. Ni una palabra de apoyo, ni una mirada, ni un gesto. NADA. Una indiferencia que he tratado de cargarme en los hombros y soportar, y que hoy, finalmente, me ha hecho derrumbarme.
Me han dado unas pastillas para abortar y he pasado los peores días de mi vida sentada en el baño y en la más completa soledad. Un día tras otro, expulsando coágulos. Sabía lo que iba a pasar, que sucedería, no por ningún doctor, sino por este foro. Gracias a que leí vuestras experiencias me anticipé a lo que iba a pasarme, supe que me encontraría y como me sentiría, y no tuve miedo ante todo lo que viví. Ningún doctor con todos sus años de carrera se molestó en comentarme nada. Una vez más, tuve que encontrarlo en Internet.
Sé que este relato puede parecer triste, pero no os quedéis con eso. Lo único que quiero incidir con él en que estamos dando por sentado y aceptando un trato que no merecemos. Estamos aceptando que se nos trate como clientes y no como pacientes tanto en la sanidad pública como en la privada. Que aceptemos esa distancia del médico que no quiere implicarse emocionalmente y nos trata peor que un veterinario a un perro. Que recojamos el mensaje de que por haber sufrido un aborto, por no estar embarazadas, no merecemos un trato mejor. Son excelentes con las embarazadas que no presentan problemas. O con aquellas que presentan problemas que pueden solventar. Pero el resto, merecen una consulta rápida y una mirada en el horizonte. Eso es lo que merecen. Que equivocados están, cuando la grandeza de un médico se mide en las dificultades y no en los embarazos perfectos. En cada aborto, en cada mujer con problemas se mide la eficiencia de un médico. Un embarazo que va como la seda puede llevarlo cualquiera, no hace falta que sea el mejor.
Nadie piensa en como te sientes en San Juan de Dios esperando las pastillas abortivas rodeada de embarazadas recibiendo consejos de como amamantar, y viendo en frente de tu asiento una imagen gigante de una embarazada y al otro lado, 5 chicas sonrientes. Un lumbreras quien decoró la sala de urgencias. Muestra la misma empatía que los ginecólogos que trabajan allí.
La única persona a la que agradecería su labor es a la matrona de la seguridad social, Marta, que me habló, me cogió de las manos y me miró como desearía que lo hubiesen hecho las personas que me dieron el misoprostol. Con humanidad, algo más potente en medicina que los títulos y los conocimientos., y no dudo que Marta en conocimientos y profesionalidad barre a muchos. Pero posee algo más valioso, la HUMANIDAD para tratar a personas con el útero y el alma hecho trizas.
Y a vosotras, a todas las que escribísteis aquí cuando estábais mal y contásteis no solo lo bueno, sino lo crudo y la realidad de vuestra experiencia. Y como salísteis. Y cmo fue todo bien después. Gracias de corazón.
A todas las que leáis esto NO ESTÁIS SOLAS, esto pasa mucho, a muchísimas personas y todas salen y encuentran la felicidad, de verdad. No sois bichos raros, mutantes ni una prenda con taras. Pero rodearos de profesionales competentes que más allá de conocimientos tengan empatía, humildad y respeto por quién se sienta en frente. De verdad. De nada sirve ser el mejor de tu promoción, o que el centro donde trabajas cuente con mejor aparatología, si haces sentir a las mujeres como trozos de carne fecundada. Un beso amigas y ánimo a todas las que estéis pasando por esto. No estáis solas. Somos muchas y estamos juntas.