En realidad, al título le faltan los signos de interrogación porque yo no tengo ni idea.
Yo pienso para mis adentros: mira, yo quiero una boda low-cost, sencillita, poquita cosa, nada del otro mundo. La verdad que eso está muy bien, el problema es que me intento autoconvencer de que esto va a ser así y de verdad que lo intento… pero ¿a quién voy a engañar?, ¡si no me lo creo ni yo!
El primer paso para ahorrar es, encerrarte en una cueva, en el monte Everest, en la montaña más alta sobre la faz de la tierra, y ahí sin internet quedarte hasta el día de la boda.
Porque el problema surge
cuando tu estas tan tranquila navegado por la red viendo cositas de la boda y de
repente algo sobrenatural e inexplicable se apodera de tu ser y lo que empezó siendo
una boda sencillita, acabas, imaginándote entrando en una carroza con forma de piña
(porque la calabaza está ya muy vista) arrastrada por unicornios, y no, no importa
si no existen, porque rápidamente ya estas buscando hipódromos en los
alrededores (unos 500 km a la redonda - porque si me pilla cerca de la playa
aprovecho el viaje) que por un módico precio puedas alquilar varios caballos,
para pegarles un cuerno a cada uno en la cabeza, que muy elaboradamente has
creado, cortando papeles con purpurina en forma de triángulo, para después
enrollarlo y pegárselos a la frente con una pistola de silicona (que dicen que
valen pa´ to´, aunque la mía no vale pa´ na´… pero sí, eso). Entonces es cuando tu te engañas y piensas
me va a salir económico, porque lo hecho a mano es barato (“y un huevo ”). Es
perfecto, lo hecho a mano es perfecto, porque para mis Pai Pais con todo el
material que necesito para que me quede igual que a la chica del vídeo lo único
que tengo que hacer es:
1. Emplear medio millón de euros en materiales
2. Vender mi riñón izquierdo
3. Sacarme una licenciatura en manualidades.
¡Sencillo!
Y es entonces cuando viene la guinda del pastel, cuando de repente tú con toda la ilusión del mundo, le cuentas a tu futuro marido tus planes para tus maravillosas creaciones, y justo, en ese momento cuando tu juras que estás partiendo la pana, porque cada vez suena mejor tu plan, él te mira, pero no te mira bien, te mira raro, te mira con cara de preocupación (“¿y a este que le pasa?”), porque le preocupas, porque se te está yendo la olla, porque estas como una chota. Pero no, el que está mal es él, seguro que lo que tiene es envidia, porque la que entra en carroza soy yo.
Dicho esto comu, y esperando que más de uno y más de una se sientan identificados, ¡¡¡me muero porque me digáis vuestros trucos para ahorrar en la boda!!!
¡¡¡Muchas gracias por leerme!!!
