El viernes por fin pude casarme. Después de tantos obstáculos, de tanta lágrima y ganas de tirar la toalla pero lo conseguimos. Tengo que decir que fue un día precioso, el más bonito de mi vida.
Nada fue como lo imaginé, fue aún mejor.
Los invitados no paraban de felicitarnos, de decirnos lo guapísimas que estabamos y que fue una boda espectacular llena de emociones de principio a fin. Lloramos, reímos, bailamos... A pesar se las restricciones no pude haber tenido un dia mejor. De verdad, merece la pena arriesgarse y vivir el momento porque quien sabe cuando se pueda si no es ahora. La vida es una y hay que vivir cada día al máximo y disfrutar. Estuvimos arropadas por el amor de nuestra familia, amigos que lo dieron todo y por unos profesionales maravillosos que llevaron el timón de nuestra boda perfecta. No me enrollo más y aquí os dejo algunas fotos.
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