Han pasado 3 meses y medio desde que di el sí quiero más bonito y sincero que podía imaginar.
Siempre me ha parecido exagerada las parejas que me contaban que si se volvieran a casar disfrutarían más de su boda porque pasó demasiado rápida y no se dieron ni cuenta. Hoy tengo que decir que me uno a esas parejas exageradas.
Pasaron tantas cosas que cuando me quise dar cuenta ya estaba en casa de vuelta del salón pensando ¿ya pasó?. A dónde quiero llegar con todo esto es que no podría suprimir nunca ni las fotos ni el vídeo. Pero como la fotografía es algo que suele incluir todo el mundo, me centro más en el vídeo.
Aún tengo la sensación de que me gustaría revivir el momento 1000 veces. Rebobinar y play continuamente. Gracias al vídeo tengo eso (el del principio es sólo el trailer). Independientemente de lo que os gastéis en videográfica, os puedo asegurar que el trabajo que recibía tiene un valor incalculable.
¿Cuánto cuesta escuchar por siempre la voz de mi abuela? ¿Cuánto cuestan esas lágrimas de emoción? ¿Cuánto cuesta ver a tus padres, hermanos, amigos, vecinas...? ¿Cuánto cuesta ver imágenes que casi las puedes oler?
Yo lo tenía claro, en mi boda no podía faltar un vídeo, que estoy segura de que dentro de esperemos muchos años, cuando algunos de los que aparecen no estén, seguirán haciendo que me emocione como el primer día.
Aunque mi cara es de risa, os dejo una foto del momento en el estábamos viendo el vídeo en el salón. Os aseguro que no dejó a nadie indiferente.